Y los padres ¿qué opinan?
LUIS GAMÓN ROBRES
Presidente de FCAPA (Federación Católica de Asociaciones de Padres de Alumnos de Valencia)
<<Parece que el Gobierno ha tomado la decisión de ‘regalar’ el título de ESO, movido seguramente por un afán cortoplacista de mejorar las estadísticas>>
Mal empezó la cosa cuando la exministra de Educación, Isabel Celaá, afirmó rotunda: <<No podemos pensar de ninguna de las maneras que los hijos pertenecen a los padres>>. Nadie nunca había llegado tan lejos. Desde entonces, los padres y las madres hemos asistido atónitos a la publicación de una nueva ley de educación en la que hemos quedado como simples observadores, casi sin derecho a nada, aunque sigamos siendos los primeros responsables en todo lo que concierne a la vida de nuestros hijos.
Recientemente, el Consejo de Ministros ha aprobado el Real Decreto de Evaluación, Promoción y Titulación de Secundaria y Bachillerato que introduce cambios, sobre todo en la ESO, donde, entre otras medidas, ya no habrá un tope de suspensos para poder pasar de curso ni para obtener el título, además de surpimirse los exámenes extraordinarios.
Parece que el Gobierno ha tomado la decisión indisimulada de ‘regalar’ el título de ESO, movido seguramente por un afán cortoplacista de mejorar las estadísticas de abandono escolar y de repetidores, como si el problema fuese a desaparecer tan fácilmente. Lo único que van a conseguir será demorar el momento de la verdad, disimular el bajo nivel académico hasta que el ciclo de la enseñanza obligatoria se haya cumplido y que sus números sean aparentes.
Resulta más revelador analizar cómo ha quedado Bachillerato, que no es una etapa obligatoria y, por lo tanto, debería tener otras aspiraciones. Se introducen dos novedades principales:
1.- Los estudiantes de Bachillerato podrán presentarse a la selectividad con una asignatura suspendida si cumplen una serie de condiciones: <<Que el equipo docente considere que el alumno o la alumna ha alcanzado los objetivos y competencias vinculados a ese título>>; <<Que no se haya producido una inasistencia continuada y no justificada por parte del alumno o la alumna en la materia>>; <<Que el alumno o la alumna se haya presentado a las pruebas y realizado las actividades necesarias para su evaluación, incluidas las de la convocatoria extraordinaria>>; <<Que la media aritmética de las calificaciones obtenidas en todas las materias de la etapa sea igual o superior a cinco. En este caso, a efectos del cálculo de la calificación final de la etapa, se considerará la nota numérica obtenida en la materia no superada>>.
2.- De forma excepcional, la etapa podrá organizarse en tres cursos, en vez de en los dos tradicionales. Esta posibilidad se abrirá para el alumnado que esté cursando simultáneamente las enseñanzas profesionales de música; el que acredite la consideración de deportista de alto rendimiento; el que presente necesidades específicas de apoyo educativo; y el <<que alegue otras circunstancias que, a juicio de la correspondiente administración educativa, justifiquen la aplicación de esta medida>>
Nadie nos ha preguntado a los padres si estamos de acuerdo con esta relajación en la exigencia, si queremos que nuestros hijos pasen de curso sin aprobar o tengan aprobado general… porque nosotros lo que queremos son títulos que les sirvan para su formación y su futuro. Con títulos de la ESO o Bachillerato devaluados, van a quedarse fácilmente sin recursos para abrirse paso en la vida y vamos a tener que improvisar nosotros -los padres- sistemas y maneras en que prime el aprendizaje real y la exigencia, para que puedan aspirar a un futuro de adultos, no de eternos adolescentes.
Ya dijimos en anteriores artículos que la LOMLOE nos parecía una ley nefasta, en la que los conocimientos no son lo importante. Baste reseñar que en las 470 páginas del Real Decreto hay 177 alusiones a la identidad, 123 referencias a las emociones y 93 citas a los sentimientos, mientras que sólo aparece siete veces la palabra <<exigencia>> y nueve la palabra <<libro>>.
Los padres no podemos estar de acuerdo en que se obtenga un título como el de Secundaria Obligatoria o Bachillerato con alguna asignatura suspensa. Los padres no podemos aceptar de buen grado una reforma educativa que va en contra de la cultura del esfuerzo y del mérito. Esta legislación saca a nuestros hijos de la carrera y les incapacita para competir en el mundo real. Serán «felices» en esta realidad oficial de palabrería y buenismo, pero sufrirán duramente cuando los dejemos a la intemperie de la realidad laboral de España y Europa, con una política educativa conformista que ha renunciado a la excelencia para que no la despierten del sueño.
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